Las emociones nos permiten afrontar situaciones extremadamente difíciles. Estas tienen como función guiarnos hacia aquello que nos hemos propuesto o creemos que es acertado para nuestro bienestar o el de algún ser querido, es decir, cualquier emoción adaptativa, sea esta positiva o negativa. Este bagaje emocional está directamente vinculado a nuestra supervivencia, por lo que es una parte imprescindible de nuestra vida.

Qué es una crisis emocional

Llamamos crisis emocional a un estado temporal de agitación, trastorno o desorganización, en el que nos vemos desbordados a la hora de afrontar una situación o problema. La crisis emocional se produce cuando percibimos que los métodos que utilizamos usualmente para afrontar estos problemas no son suficientes, por lo que experimentamos inadaptación e insatisfacción.

Una persona es más propensa a sufrir una crisis emocional cuando existen déficits de ciertas habilidades, por eso no todas las personas afrontan de la misma manera, y con el mismo grado de éxito, los sucesos vitales estresantes.

Diferencia entre crisis y transición

Las transiciones son períodos de cambio significativos, los cuales exigen un gran esfuerzo de adaptación. Dicha transición supone una transformación en la comprensión de uno mismo y del entorno, y según sean los recursos de la persona que lo está experimentando, desembocará en una adaptación al cambio o un estado de crisis.

¿Cuáles son las crisis emocionales más comunes?

Si bien no podemos englobar las crisis emocionales en ciertas categorías, sí que hay transiciones más comunes que pueden desembocar en crisis. Las más frecuentes pueden ser:

  • Ruptura de relación o separación
  • Fallecimiento de un ser querido
  • Pérdida de empleo
  • Experimentar un suceso vital estresante como por ejemplo un accidente de tráfico, maltrato psicológico o físico, etc.
  • Recibir una noticia grave sobre el estado de la salud

Dependiendo de las capacidades y el apoyo que tenga la persona que lo sufra, afrontará con mayor o menor éxito estas transiciones propensas a desembocar en crisis emocionales.

Superar y prevenir una crisis emocional

Indagando en la red, puedes encontrar fácilmente artículos en los que te ofrecerán soluciones milagrosas como «vive 100% el presente» o «acepta las situaciones». Estos consejos, utilizados simplemente como información, pueden ayudarte y guiarte, y si así lo consigues, perfecto, seguramente habrás conseguido lo que te proponías. No obstante, muchos pacientes al inicio de la terapia me preguntan: «vale, la teoría ya me la sé, pero…¿cómo lo llevo a la práctica?»

Algunas personas son reacias a acudir a terapia porque «en lugar de escuchar a un psicólogo lo leen por su cuenta». Evidentemente, no es malo informarse, todo lo contrario. El problema reside en que la terapia no se basa solamente en proporcionar información (psicoeducación), sino también en la intervención sobre las cogniciones y conductas que mantienen o refuerzan el problema, así como en la canalización y gestión de las emociones, la promoción de hábitos cognitivos, conductuales y emocionales saludables, etc. Como ves, la superación de una crisis emocional es un proceso mucho más complejo de lo que quizás a priori nos pueda parecer.

A continuación te describo brevemente los tres conceptos de personalidad que mejor pueden prevenir y ayudar a superar una crisis emocional:

Resiliencia

La resiliencia es un concepto procedente de la física, que determina la capacidad que tiene un material de recuperar su forma original cuando este es sometido a altas presiones. En psicología, por lo tanto, es la capacidad que tienen las personas de adaptarse a las situaciones adversas.

La resiliencia no es lo mismo que la resistencia. La resistencia es una conducta de oposición que puede tener un valor positivo o negativo (será negativo cuando funciona en oposición a nuestro bienestar). Por el contrario, la resiliencia siempre conllevará un aumento del bienestar.

Apoyo social

El apoyo social beneficia la adaptación a los cambios vitales o sucesos estresantes. Pese a que unas personas sean más o menos extrovertidas que otras, más solitarias o independientes, todos los seres humanos tenemos la condición de ser seres sociales. Esto quiere decir que desde el punto de vista biológico -y social- dependemos de los otros para sobrevivir.

Nuestra conciencia de ser está integrada en una dimensión social, lo que nos permite convivir en comunidad, compararnos y establecer vínculos con otras personas. Mediante estos vínculos aprendemos y nos desarrollamos.

Personalidad resistente

Una personalidad resistente es capaz de no desestabilizarse ante situaciones estresantes, pudiendo sobreponerse a las adversidades de manera más sana y eficaz.

Nadie es inmune a las crisis emocionales y a los acontecimientos altamente estresantes, pero podemos mejorar, estar mejor educados y preparados emocionalmente para afrontar estas adversidades y minimizar el impacto negativo en nuestra salud psicológica y en las relaciones interpersonales.

Suzanne C. Kobasa, define en tres pilares la personalidad resistente (hardiness):

  • El compromiso hacia uno mismo, haciendo referencia al valor e importancia de lo que uno hace y el sentido amplio de lo que conforma su vida. En mi artículo sobre la conciencia emocional puedes obtener más información al respecto.
  • La responsabilidad personal frente a un problema. ¿Qué puedo hacer para que mejore? ¿Estoy contribuyendo de alguna manera a que se mantenga esta situación? Esta actitud de control y poder es todo lo contrario a la indefensión aprendida y al victimismo.
  • Los desafíos como motor de cambio, aceptando las adversidades como una parte inherente de la existencia humana y de la vida, teniendo la oportunidad para desarrollarse, aprender y mejorar personalmente.

 

Referencias bibliográficas:

– Kobasa, S. C., Maddi, S. R., & Zola, M. A. (1983). Type A and hardiness. Journal of behavioral medicine6(1), 41-51.

– Bonanno, G. A. (2004). Loss, trauma, and human resilience: Have we underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive events?. American psychologist59(1), 20.

– Blasco, J. P. (2013). Aprender de los grandes cambios vitales. Universitat de València.