El otro día en mi consulta un paciente me preguntó cómo gestionar las emociones, en qué se diferencian de los sentimientos y qué va primero. Mientras se lo explicaba me di cuenta de la complejidad del tema, puesto que la relación entre emoción y sentimiento no es tan sencilla como nos gustaría. En este artículo pretendo aclarar las principales dudas que considero que se tienen al respecto, ofreciendo una orientación sobre cómo gestionar mejor las emociones, y por consiguiente mejorar nuestro bienestar emocional.

¿Qué son las emociones?

Las emociones son reacciones a las informaciones que recibimos en nuestra relación con el entorno. Según nuestras experiencias pasadas, reaccionaremos de una manera determinada ante una situación (por eso no todas las personas reaccionan igual ante un mismo evento). El nivel de intensidad de nuestra emoción dependerá de cuánto creamos que va a afectar a nuestro bienestar dicho acontecimiento.

Estas reacciones se dan en cuatro niveles:

  • Mental
  • Corporal
  • Conductual
  • Sentimental

Por consiguiente, se trata de una respuesta compleja de nuestro organismo al entorno, cuyo objetivo es adaptarse a la situación actual. De esta manera evitamos un desequilibrio psicológico, y por lo tanto, un trastorno psicológico o malestar.

Tipos de emociones y su función

Conocer la función que tienen las emociones nos ayudará a conocernos mejor a nosotros mismos. Gestionar las emociones de manera sana nos llevará a tomar decisiones más acertadas, ser más flexibles cognitivamente y lo más importante, dirigir mejor nuestras vidas.

Todas las emociones son impulsos instantáneos para actuar. Encontrarás artículos que dicen que hay 5 emociones, o 6, o 7, o que en realidad hay 250. Al fin y al cabo las emociones las puedes segmentar tantas veces como quieras, según las posibles reacciones subjetivas que se puedan dar ante un evento.

Aquí te explico el significado de las emociones que considero más comunes y que más afectan psicológicamente a nuestro bienestar:

La ira

Con la ira (o enfado) se dispara principalmente la adrenalina, una hormona que hace que se acelere nuestro ritmo cardíaco y prepara nuestro sistema nervioso simpático para el ataque o la huida. Físicamente notamos más energía y tenemos todos nuestros sentidos en alerta, siendo así más conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor.

El miedo

En el miedo la hormona que se activa principalmente es la vasopresina. La amígdala (estructura compleja que se sitúa en el sistema límbico), activada por esta hormona, es la que decide si se huye, se enfrenta la situación o si nos quedamos paralizados.

Nuestros sentidos están en alerta (los ojos están completamete abiertos con las pupilas dilatadas) y aumenta la presión arterial: nuestra sangre va principalmente a los músculos mayores (piernas) preparándolos para la huida. Por eso no es raro tener el rostro pálido o las manos frías en estas situaciones.

El asco

La función del asco es evitar la aceptación o ingesta de alimentos nocivos o en mal estado. No obstante, podemos manifestar esta emoción de rechazo hacia personas o lugares si los hemos percibido como dañinos o peligrosos para nuestro bienestar.

A diferencia del miedo, las manifestaciones fisiológicas que se activan en esta emoción (naúseas, sudores, etc.) están directamente encaminadas a evitar o alejarse de lo que ha provocado el asco.

La tristeza

La tristeza ayuda a adaptarse a una pérdida significativa. Esta puede ser personal, material o simbólica (por ejemplo, una decepción). Con la tristeza sentimos un descenso de la energía y, por tanto, de la actividad o las ganas de hacer cosas.

No debemos confundir la tristeza con la depresión. La tristeza es funcional y necesaria, la depresión no. ¿Qué diferencia hay? Cuando nos sentimos tristes nos damos tiempo para analizar la situación, para reflexionar y para asimilar la pérdida. En una depresión se experimenta una incapacidad total o parcial para disfrutar de cualquier aspecto de la vida, y más que tristeza lo que se experimenta es desinterés por cualquier aspecto que rodea a la pesona que la padece. Pese a que la tristeza es una emoción negativa, es necesaria, y la evitación de este estado solamente prolongará el sufrimiento.

La felicidad

La función de la felicidad es conferir a la persona serenidad y estabilidad en sus pensamientos. Experimentamos felicidad cuando nos decimos a uno mismo: «esto es bueno para mi bienestar». Normalmente, sentimos esta emoción cuando alcanzamos una meta, obtenemos placer, estamos satisfechos o nos sentimos plenos. Físicamente sentimos un aumento de energía que nos motivará a conseguir nuevas metas.

Diferencia entre emoción y sentimiento

Emoción

Como hemos visto más arriba, la emoción es una respuesta inmediata de nuestro organismo ante una situación. Es una respuesta instintiva ante lo que percibimos a través de nuestros sentidos.

Esta respuesta se da en el sistema límbico: el sistema límbico podríamos decir que es el cerebro primario, el básico, el que ya teníamos en nuestros orígenes como Sapiens. Este sistema interactúa velozmente con nuestras hormonas y no tiene la necesidad de mediar con estructuras superiores para generar una respuesta, por lo que en estas situaciones se actúa sin pensar.

Sentimiento

El sentimiento es la consecuencia directa de la emoción. A diferencia de una emoción, en el sentimiento sí se da una respuesta racional (en la que interviene el neocórtex). Es un estado afectivo más estable, duradero y estructurado que la emoción.

En el sentimiento se ha asimilado la emoción y, según nuestras experiencias previas, prejuicios y tipo de personalidad (extrovertida, introvertida, etc.), se reaccionará de una manera determinada. Así pues, a través del sentimiento se responde de manera más compleja y adaptativa al medio.

Cuando estos sentimientos tienen un carácter más permanente, podemos hablar de estados sentimentales. Los ejemplos más claros de estados sentimentales son el odio o el amor.

Cómo gestionar adecuadamente las emociones

La influencia de las emociones en la psique humana es incuestionable. Gestionar las emociones ha sido clave para la evolución de la especie y, aunque a lo largo de nuestra evolución el cerebro se ha ido desarrollando en sistemas más complejos, hoy en día seguimos respondiendo emocionalmente.

A continuación he agrupado en tres conceptos cómo puedes gestionar adecuadamente las emociones:

1. Acepta tanto las emociones positivas como las negativas

Hemos visto que tenemos tanto emociones positivas como negativas. Pese a que algunas sean negativas, son fundamentales para nuestro bienestar, puesto que hacen que respondamos de la manera más conveniente ante una amenaza. El problema se da cuando evitamos estas emociones negativas, o cuando nuestras respuestas (físicas y cognitivas) no son proporcionadas o no corresponden a un peligro o amenaza real (por ejemplo trastornos de ansiedad y fobias). En otras palabras, una afectividad plana (inexpresión afectiva) o una labilidad emocional (reacciones emocionales desproporcionadas) nos repecurtirá a la hora de relacionarnos con nuestro entorno, dejándonos en una posición desfavorable a la hora de interpretarlo y tomar decisiones.

Por este motivo, comprender que tanto las emociones negativas como las positivas son necesarias y su función es ayudarnos, hará que las aceptemos con más naturalidad pudiendo observarlas, y por consiguiente, canalizarlas más fácilmente.

2. Trata de ser más consciente de lo que sientes y piensas

Desarrollar nuestra instrospección cuestionándonos lo que pensamos, lo que decimos, o lo que sentimos, nos ayudará a detectar creencias irracionales que no corresponden con la verdad, y por ende al no ser lógicas repercutirán en la canalización de las emociones y sentimientos. En mi artículo sobre las creencias irracionales hablo en profundidad sobre este punto, si quieres ir al artículo pincha en este enlace.

3. Desarrolla tu inteligencia emocional

Estar en sintonía con nuestras emociones es la clave para desarrollar nuestra inteligencia emocional. Esto hará que tomemos las elecciones más adecuadas ante las situaciones o problemas que tengamos que afrontar.

  • Identifica tus estados emocionales y exprésalos
  • Escucha tus emociones, te ayudarán a focalizar la atención donde más hace falta
  • Compréndelas, dale un significado
  • Reflexiona sobre ellas, encuentra la información que te están proporcionando con el fin de poder regularlas

De esta manera tendremos la habilidad para supervisar y entender tanto nuestras emociones como las de los demás, usando dicha información para guiar nuestros sentimientos, y por ende, nuestros comportamientos.

 

Espero que este artículo haya sido de tu agrado. Si necesitas ayuda sobre este tema o deseas más información al respecto, te invito a que contactes conmigo desde la sección de contacto.

Eduardo Bertomeu

Psicólogo

Algunas fuentes consutadas:

Bisquerra Alzina, R., & Escoda, N. P. (2007). Las competencias emocionales.

– Salovey, P., & Mayer, J. D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, cognition and personality9(3), 185-211.

– Piaget, J. (1970). Inteligencia y adaptación biológica. Los procesos de adaptación, 69-84.

– Damasio, A. R. (1994). El error de Descartes: la razón de las emociones. Andrés Bello.